20 nov 2010

EL ESTRAGULADOR PHOENIX


Sipho Thwala, un asesino serial sudafricano llamado también “El Estrangulador Phoenix” es culpable de haber violado y estrangulado al menos a 19 víctimas con su propia ropa interior antes de enterrarlas en tumbas a baja profundidad. El 31 de marzo de 1999, la suprema corte de Durban halló a Twala culpable de 16 asesinatos y de 10 violaciones, y fue sentenciado a 506 años de prisión.
Twala, de 31 años, se convirtió en el hombre más buscado de su provincia natal KwaZulu localizada en la arte este de Sudáfrica cerca del océano Índico. Sus crímenes, cometidos entre 1996 y 1997 esparcieron el terror entre las comunidades de Phoenix y de KwaMashu.
Twala, quien ya había sido arrestado por violación en 1994, fue aprendido por los asesinatos seriales antes mencionados cuando una muestra de DNA tomada en aquellos años coincidió con las de las víctimas más recientes.
El asesino llevaba a sus víctimas a los campos de caña cercanos a Phoenix con la promesa de conseguirles empleo y cuando estaban lejos de la vista de todos las atacaba con inusitada fiereza. Twala hablaba tres idiomas y se dedicaba a la venta y compra de caña.
Cuando fue condenado a 506 años en prisión, Twala no mostró el menor arrepentimiento y su familia, aún cuando era muy cercana a él, jamás lamentó que este hombre hubiese sido destinado a pasar el resto de sus días en confinamiento.

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POEMA A LA MUERTE POR PABLO NERUDA

Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.

Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol.

Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.

La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante

POEMA A LA MUERTE

¿Cómo llenar el vacío de esta noche?

No con lágrimas,

puesto que el exilio es voluntario,

sí con pena,

que no cabe en mi pecho el deseo.

¿Es, acaso, extraño una noche oscura?

De loco es añorar la luz ahora

y sin embargo me salgo de mí

y necesito como el adicto

la droga redentora.

Tiemblan mis labios

en tus labios ausentes,

huyes como una sombra

que no logro atrapar.

Queda mi grito en la garganta

y tu pecho cotidiano

de las manos se escapa,

tus ojos, ya cerrados,

no me hablan.

En este silencio sin tí

me pregunto:

¿Cómo llenar el vacío de esta noche?

NO SON LOS MUERTOS

No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de su tumba fria,
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía.

No son los muertos, no los que reciben
rayos de luz en sus despojos yertos,
los que mueren con honra son los vivos,
los que viven sin honra son los muertos.

La vida no es la vida que vivimos,
la vida es el honor, es el recuerdo.
Por eso hay hombres que en el Mundo viven,
y hombres que viven en el Mundo muertos.